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domingo, 3 de marzo de 2013

Realidades de la economia mundial

por Germánico P Vaca
Un sistema económico y político que no da para la mayoría de los ciudadanos es uno que no es sostenible en el largo plazo. Con el tiempo, la fe en la democracia y la economía de mercado se erosionan, y la legitimidad de las instituciones existentes y los acuerdos serán cuestionados.

 A la sombra de la crisis del euro y el enorme déficit fiscal de Estados Unidos, es fácil hacer caso omiso de la economía mundial a largo plazo y de los problemas que se van a enfrentar en el futuro. Aunque la mayoría de economistas pretenden que los Estados Unidos esta bien, la realidad es que un nuevo colapso financiero por las hipotecas que ahora han adquirido en masa ciertas corporaciones no está muy lejano. Combinando con la creciente deuda y pago de ella al mismo tiempo que se busca solventar el déficit es una ecuación que como resultado solo puede dar una nueva crisis global, porque el principal problema es que nadie se atreve a remplazar al dólar como moneda de intercambio a pesar de que todo mundo sabe que el dólar esta al borde del desfalco y se sigue imprimiendo dólares sin respaldo intrínseco alguno. Básicamente el mundo esta comercializando todo con una moneda que es impresa con el mismo respaldo del aire que se respira.

 El ritmo del progreso tecnológico y la globalización obliga a rápidos cambios estructurales en los países desarrollados y en desarrollo por igual. Tales cambios pueden ser traumáticos, y los mercados a menudo no los manejan bien.  Al mismo tiempo que los cambios de uno afectan a otro. Cualquier cambio en las políticas económicas que venga desde Washington DC obligara a cambios en China.

 Al igual que la Gran Depresión en Estados Unidos se debió en gran parte a las dificultades en la transición de una economía rural y agraria a una urbana, la industria manufacturera, así que los problemas actuales se derivan en parte de la necesidad de pasar de la manufactura a los servicios. Aunque nadie está claro en lo que conlleva en crear cambios a una sociedad de servicio, pero donde la manufacturación eventualmente debe también diversificarse y China no puede ser el permanente manufacturero del mundo.

 Las nuevas empresas deben crear constantemente, y los mercados financieros modernos son mejores en la especulación y la explotación de lo que son en la provisión de fondos para nuevas empresas, especialmente las pequeñas y medianas empresas.

 Por otra parte, la transición requiere inversiones en capital humano que las personas a menudo no pueden permitirse. Entre los servicios que la gente quiere son la salud y la educación, dos sectores en los que el gobierno, naturalmente, juega un papel importante (debido a las imperfecciones del mercado inherentes a estos sectores y la preocupación por la equidad).

 Antes de la crisis de 2008, se habló mucho de los desequilibrios globales y la necesidad de que los países con superávit comercial, como Alemania y China, deberían incrementar su consumo. Esta cuestión no se ha ido, de hecho, el fracaso de Alemania para hacer frente a su superávit externo crónico es parte central en la crisis del euro. Superávit de China, como porcentaje del PIB, ha disminuido, pero las consecuencias a largo plazo aún no se han desarrollado.

 Déficit comercial global de Estados Unidos no va a desaparecer sin un aumento en el ahorro interno y un cambio más fundamental en los acuerdos monetarios globales. El primero sería exacerbar la desaceleración del país, y el temor a que esto desate una nueva crisis global hace que todo mundo mire el problema de reojo y así ni el cambio está en las cartas.

A medida que China aumenta su consumo, no necesariamente van a comprar más bienes de los Estados Unidos. De hecho, es más probable que aumente el consumo de bienes no transables - como la atención sanitaria y la educación - que resulta en alteraciones profundas en la cadena de suministro global, especialmente en los países que habían estado suministrando los insumos a los exportadores de manufacturas de China.

Por último, hay una crisis mundial de la desigualdad. El problema no es sólo que los grupos de ingresos más altos son cada vez una parte mayor de la torta económica, sino también que aquellos en el medio que no participan en el crecimiento económico, mientras que en muchos países la pobreza está aumentando. En los EE.UU., la igualdad de oportunidades ha sido expuesta como un mito. El rico es más rico y el pobre es más pobre mientras desde el colapso económico en Septiembre 28 del 2008 por la inoperancia magnánima de George Bush la clase media de Estados Unidos fue reducida considerablemente y Obama al mantener el mismo equipo económico (Bernanke y Geithn er como secretario de tesoro siendo el pupilo de Henry Paulson, secretario del tesoro de Bush)  poco o nada ha logrado hacer para remediar esa situación.

Igualmente nadie se atreve a decirlo, pero la realidad es que el mundo pasa por una Gran Recesión que ha exacerbado estas tendencias donde el poder económico sigue siendo mayor para quienes la controlan, lo cual eran evidentes mucho antes de su aparición. La creciente desigualdad es una de las razones de la desaceleración económica, y es en parte una consecuencia de los profundos fallos de la economía global, los cambios estructurales en curso.

 Así el mundo continúa atravesando por una transición, tratando de definir acaso un nuevo sistema económico y político, porque el fracaso de Greenspan y Benanke, así como de Paulson y Geitner se convirtió en el fracaso de Bush. Las enormes deudas y déficits son fermento de los colapsos no solo en Grecia, Portugal, España, Italia y no en menor grado en Estados Unidos. Sin embargo en Sur América  ahora se ha puesto de moda el socialismo XXI, aunque en Venezuela ha habido sectores de gente que se mueren de hambre mientras Chavez se dio el lujo hasta de regalar petróleo a Estados Unidos.  Tristemente un sistema económico óptimo debería crear empleo, bienestar, educación y progreso económico y desarrollo de toda industria y agricultura, que sea de beneficio para la mayoría de los ciudadanos. Aquella que no logre hacerlo es un sistema que no es sostenible en el largo plazo.

 La buena noticia es que la brecha entre los países emergentes y avanzados se ha reducido considerablemente en los últimos tres decenios. Sin embargo, cientos de millones de personas permanecen en la pobreza, y sólo ha habido un poco de progreso en la reducción de la brecha entre los países menos desarrollados y el resto.

En este caso, los acuerdos comerciales desleales - incluyendo la persistencia de injustificables subsidios agrícolas, que deprimen los precios en los que los ingresos de muchos de los más pobres dependen - han jugado un papel importante. Los países desarrollados no han cumplido con su promesa en Doha en noviembre de 2001 para crear un régimen comercial pro-desarrollo, o para su compromiso en la cumbre del G8 en Gleneagles en 2005 para proporcionar ayuda mucho más a los países más pobres.

 El mercado no reaccionará, por sí solo, a resolver ninguno de estos problemas. El problema del calentamiento global es la quintaesencia de "bienes públicos".  Para hacer que las transiciones estructurales que el mundo necesita, necesitamos que los gobiernos adopten un papel más activo - en un momento en que las demandas de los recortes están aumentando en Europa y los EE.UU..

Mientras luchamos con las crisis de hoy, debemos preguntarnos si estamos respondiendo en formas que exacerban los problemas a largo plazo. El camino trazado por los enormes déficits  y por los defensores de austeridad debilitan la economía de hoy y socavan las perspectivas de futuro.

La ironía es que, con una demanda agregada insuficiente la principal fuente de debilidad global de hoy, no existe una alternativa: invertir en nuestro futuro, de manera que nos ayuden a abordar simultáneamente los problemas del calentamiento global, la desigualdad y la pobreza, y la necesidad de cambio estructural.

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