Ecuador no
debe convertirse en un campo de batalla:
por Germánico Vaca
Un llamado a la soberanía, la prudencia y la
supervivencia nacional
Ecuador se encuentra en una encrucijada
peligrosa.
En un momento de inestabilidad global—marcado por
tensiones crecientes entre grandes potencias, conflictos indirectos y una
escalada geopolítica constante—toda decisión relacionada con el territorio
nacional, la cooperación militar y la presencia de fuerzas extranjeras conlleva
consecuencias que pueden ir mucho más allá de sus justificaciones oficiales.
Por esta razón, la decisión del presidente Daniel
Noboa de permitir el uso de la base militar de Manta por parte de fuerzas
armadas de los Estados Unidos, bajo el argumento de “ejercicios temporales”,
exige un escrutinio nacional urgente.
No se trata de una cuestión ideológica.
Se trata de soberanía, seguridad y supervivencia.
Por qué Manta
genera señales de alerta graves
Estados Unidos ya mantiene una amplia
infraestructura militar en Colombia, incluyendo múltiples bases operativas
con acceso directo al Caribe, la Amazonía y el norte de América del Sur. Desde
una perspectiva estrictamente militar, no existe una necesidad estratégica
de utilizar territorio ecuatoriano para ejercicios rutinarios.
Esa realidad plantea una pregunta inevitable:
Si no se trata de
entrenamiento, ¿de qué se trata entonces?
El sentido común, la lógica estratégica y los
precedentes históricos indican que la ubicación de Manta—en la costa del
Pacífico, con acceso rápido al norte de Sudamérica—resulta particularmente
valiosa no para ejercicios, sino para operaciones regionales activas,
especialmente en el contexto de las crecientes tensiones con Venezuela. En pocas palabras, Manta puede ser utilizada para atacar a Venezuela.
Ecuador no
debe ser arrastrado a una guerra regional
Cualquier acción militar contra Venezuela no
sería un asunto bilateral entre Washington y Caracas. Venezuela mantiene
vínculos formales y estratégicos con Rusia, China, Irán y otros actores
globales. En caso de una escalada, la represalia no se dirigiría
directamente contra el territorio continental de los Estados Unidos.
Se dirigiría contra las plataformas más
cercanas y vulnerables.
Es decir:
- Bases
operativas avanzadas
- Centros
logísticos regionales
- Países
anfitriones percibidos como colaboradores
Si Ecuador permite que su territorio sea
utilizado—de forma explícita o implícita—como plataforma para acciones hostiles
contra otra nación sudamericana, Ecuador se convierte en un objetivo militar
legítimo bajo la lógica de un conflicto internacional.
Los misiles no caerían sobre Washington.
Caerían sobre Manta, bases militares ecuatorianas y territorio
ecuatoriano. ¿Es eso lo que quieren los ecuatorianos?
Esto no es alarmismo.
Así funcionan los conflictos indirectos.
El mandato
democrático ya se ha expresado
El pueblo ecuatoriano ya se pronunció sobre este
tema.
En la reciente consulta popular, los
ecuatorianos votaron NO a permitir bases militares extranjeras en suelo
nacional. Ese voto no fue ambiguo ni condicionado. Fue una expresión clara de
la voluntad popular, fundada en la memoria histórica y la dignidad nacional.
Eludir ese mandato—redefiniendo una base como
“uso temporal” o “ejercicios”—no solo viola el espíritu del referéndum, sino
que socava la legitimidad democrática en un momento en que la confianza
institucional ya es frágil.
El contexto
histórico importa
América Latina no aborda la presencia militar
extranjera con ingenuidad. Nuestra región ha pagado un precio muy alto por
acuerdos “temporales” impuestos bajo presión.
Ecuador conoce bien esta historia.
- El Protocolo de Río de Janeiro (1942)
derivó en la pérdida de vastos territorios ecuatorianos bajo el pretexto
de garantías internacionales.
- Poco después, concesiones petroleras a lo
largo de zonas fronterizas disputadas fueron otorgadas a corporaciones
extranjeras vinculadas a países garantes.
- Patrones similares ocurrieron en otros
países de la región, incluida Venezuela, donde la explotación de recursos
se estructuró mediante acuerdos coercitivos favorables a intereses
externos.
Ignorar esta historia no es realismo; es
negligencia.
La soberanía
económica también está en riesgo
La reciente resolución internacional que limita
la capacidad del Ecuador para extraer petróleo en zonas donde habitan pueblos
en aislamiento—mientras empresas extranjeras continúan explotando recursos
cerca y a través de las fronteras utilizando tecnologías avanzadas—plantea
serias dudas sobre equidad, coherencia e interés nacional.
La protección ambiental y los derechos indígenas
son esenciales.
Pero la aplicación selectiva que debilita al Ecuador mientras permite la
extracción externa no es justicia: es asimetría.
El Estado ecuatoriano tiene el derecho y la
obligación de:
- Apelar fallos que comprometan su
supervivencia económica
- Exigir rigor factual y claridad territorial
- Defender su capacidad de financiar
educación, salud y seguridad
Una nación despojada de sus recursos es una
nación despojada de su futuro. Clamar que tribus que mayormente son tribus peruanas, pues mantienen territorios mas grandes en el Perú sean subitamente las razones por las cuales Ecuador no puede usar su petroleo es absurdo.
La neutralidad
es fortaleza, no debilidad
Ecuador no necesita enemigos.
Ecuador no necesita elegir bandos en disputas de poder global.
La fortaleza del Ecuador reside en la neutralidad, la diplomacia y la
soberanía.
Permitir que fuerzas militares extranjeras
utilicen territorio ecuatoriano de formas que puedan detonar un conflicto
regional viola las tres.
El presidente Noboa tiene la oportunidad—y la
responsabilidad—de:
- Reafirmar públicamente que el territorio
ecuatoriano no será utilizado para operaciones ofensivas contra ninguna
nación
- Respetar el resultado de la consulta popular
- Reafirmar la prohibición constitucional de
bases militares extranjeras
- Apelar fallos internacionales que lesionan
los intereses económicos del Ecuador
- Proteger al país de convertirse en daño
colateral de una guerra que no es nuestra
Conclusión:
esta es una línea que no debe cruzarse
Ecuador es una nación pacífica.
Pero la paz exige previsión.
La historia demuestra que los países pequeños son
los que más sufren cuando permiten convertirse en plataformas de conflictos
entre grandes potencias. Cuando los misiles vuelan, las disculpas llegan
demasiado tarde.
Esto no es antiestadounidense.
Esto no es pro ninguna potencia extranjera.
Esto es pro Ecuador.
Ecuador no debe convertirse en un campo de
batalla.
Ecuador no debe convertirse en un objetivo.
Ecuador no debe renunciar a su soberanía bajo promesas vagas y supuestos
peligrosos.
El costo no lo pagarían los políticos.
Lo pagaría el pueblo ecuatoriano.

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