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martes, 30 de diciembre de 2025

Ecuador, la energía nuclear y el fracaso profundo del juicio humano

 


Ecuador, la energía nuclear y el fracaso profundo del juicio humano

Por Germánico Vaca

La propuesta del gobierno ecuatoriano de desarrollar energía nuclear revela un problema mucho más grave que el riesgo geológico por sí solo. Si bien la ubicación de Ecuador dentro del Cinturón de Fuego del Pacífico hace que cualquier infraestructura nuclear sea objetivamente peligrosa, esta inestabilidad es apenas una manifestación superficial de una realidad más profunda y preocupante: la humanidad aún no comprende las fuerzas que pretende controlar.

La tecnología nuclear representa un nivel extraordinario de arrogancia. No es simplemente una fuente de energía poderosa; es la manipulación de fuerzas fundamentales de la materia que los propios científicos aún debaten a nivel teórico. Las fuerzas de campo que mantienen unida la materia, el comportamiento a largo plazo de los materiales radiactivos y su interacción con los sistemas biológicos y planetarios siguen siendo incompletamente comprendidos. Sin embargo, los gobiernos actúan como si el dominio de estas fuerzas ya hubiera sido alcanzado.

La energía nuclear y la miopía humana

Incluso en las naciones más avanzadas tecnológicamente, los reactores nucleares siguen siendo conversiones ineficientes de la materia que generan subproductos tóxicos con una vida útil de decenas de miles de años. Esto no es progreso; es una catástrofe diferida. Una tecnología cuyos residuos siguen siendo letales por más tiempo del que han existido la mayoría de las civilizaciones humanas representa perfectamente la miopía de nuestra especie.

Los líderes políticos toman decisiones basadas en ciclos electorales de años o décadas. Las consecuencias nucleares se extienden por siglos.

Los gobiernos del Ecuador, como muchos otros, continúan tomando decisiones guiadas por la propaganda política y narrativas económicas de corto plazo, ignorando impactos que sobrevivirán a todas las instituciones que hoy las autorizan.

La realidad de seguridad que Ecuador no puede ignorar

Más allá de la geología y la física existe otro punto ciego igual de peligroso: la seguridad y la gobernabilidad.

Ecuador atraviesa una crisis profunda de crimen organizado, narcotráfico, grupos armados y pérdida de control territorial. Comunidades indígenas —muchas veces respondiendo a agravios legítimos— han tomado en el pasado el control de fuentes de agua, campos petroleros e infraestructura estratégica.

¿Qué justificación existe para creer que una planta nuclear sería inmune?

Una planta nuclear no es simplemente una instalación energética; es un objetivo estratégico, simbólico y potencialmente catastrófico. Suponer que podría mantenerse segura bajo las condiciones actuales del país no es optimismo: es negligencia extrema. Un solo acto de sabotaje, ocupación o error bastaría para generar consecuencias irreversibles.

Ecuador no es un basurero industrial: es un eje ecológico global

Ecuador no es una zona industrial desechable apta para experimentos de alto riesgo. Es uno de los países más biodiversos del planeta por kilómetro cuadrado y alberga:

  • La Amazonía

  • La cordillera de los Andes

  • Las islas Galápagos

  • Bosques nublados y ecosistemas costeros únicos

Sus sistemas fluviales son arterias continentales. Los ríos orientales alimentan directamente la cuenca amazónica; los ríos occidentales desembocan en el océano Pacífico, influyendo en la corriente de Humboldt y en la dinámica de El Niño. Estos sistemas son reguladores esenciales del equilibrio climático planetario.

Un accidente nuclear no sería local.

La contaminación radiactiva:

  • Se propagaría profundamente en la Amazonía, afectando a múltiples países

  • Alteraría ecosistemas marinos críticos para la pesca global

  • Interferiría con sistemas oceánicos y atmosféricos que regulan el clima

Esto constituiría un crimen ambiental de alcance planetario.

Un planeta que ya está bajo asalto sistemático

Lo que vuelve esta propuesta aún más alarmante es que estos sistemas ya están siendo destruidos.

Durante generaciones, corporaciones han contaminado estas mismas aguas con:

  • Mercurio proveniente de la minería de oro

  • Desechos de extracción petrolera

  • Escorrentía agrícola

  • Microplásticos

La Amazonía está siendo destruida a un ritmo de miles de kilómetros cuadrados por año. Los océanos se calientan, se acidifican y pierden biodiversidad a una velocidad que supera la capacidad de adaptación de muchas especies. No hablamos de desastres futuros: estamos viviendo dentro de ellos.

Un incidente nuclear no iniciaría el colapso; lo aceleraría brutalmente.

Un patrón que la humanidad se niega a aprender

Este patrón ya ha ocurrido. La liberación de material radiactivo en el Pacífico tras accidentes nucleares ha contaminado sistemas oceánicos globales. A pesar de la evidencia histórica, los gobiernos continúan instalando tecnologías peligrosas en regiones vulnerables, repitiendo los mismos errores con distintos discursos.

Esto no es ignorancia. Es un fallo sistémico.

Incluso cuando existen alternativas más seguras —y cuando se han propuesto nuevas tecnologías— los gobiernos insisten en la energía nuclear como símbolo de modernidad, poder y prestigio tecnológico.

La energía nuclear como teatro político

En este contexto, la propuesta nuclear en Ecuador parece menos una estrategia energética racional y más un ejercicio de propaganda: una narrativa de visión y progreso desconectada de la realidad ecológica, social y planetaria.

Es otra manifestación de una civilización profundamente desalineada con los sistemas que la sostienen.

La pregunta incómoda que Ecuador debe hacerse

La acción más significativa que Ecuador podría tomar no es construir una planta nuclear, sino formular una pregunta mucho más incómoda:

¿Por qué nuestra civilización insiste en elegir tecnologías que garantizan daño a largo plazo, aun cuando conoce sus consecuencias?

Las fuerzas que impulsan estas decisiones operan a un nivel más profundo que la política energética. Reflejan limitaciones en la conciencia colectiva, en nuestras estructuras sociales y en los modelos de gobernanza que suprimen la visión sistémica en favor del control y el beneficio inmediato.

Conclusión: detener este proyecto y reconocer el patrón mayor

Detener el desarrollo nuclear en Ecuador sería un paso necesario y positivo. Pero debe entenderse como solo un fragmento de un patrón mucho más amplio, que continuará reproduciéndose hasta que la humanidad enfrente sus limitaciones cognitivas, éticas y estructurales.

Los ciudadanos ecuatorianos tienen el derecho —y la responsabilidad— de oponerse a este proyecto.

No solo para proteger su país, sino para defender sistemas planetarios que ninguna nación tiene autoridad moral para poner en riesgo.

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