Ecuador: Infraestructura sin Soberanía y el Fracaso del Modelo Extractivo de Control
por Germánico Vaca
1. Ecuador
como laboratorio tardío
A diferencia de Venezuela, donde el proceso de
colapso fue acelerado por la renta petrolera y una confrontación ideológica
abierta, Ecuador representó un caso más sutil y, en apariencia, más técnico.
No se trató de una revolución declarada, sino de una reingeniería del Estado
bajo el lenguaje del desarrollo, la infraestructura y la soberanía económica.
El diseño aplicado en Ecuador no buscaba un
quiebre abrupto, sino una captura progresiva: endeudamiento estructural,
megaproyectos, debilitamiento institucional y posterior “corrección” mediante
austeridad y privatización. Era un modelo probado en otros contextos, adaptado
a un país dolarizado, con instituciones frágiles y una élite política
históricamente permeable.
2. La
infraestructura como instrumento de subordinación
El eje central del modelo fue la aplicación de un
falso socialismo como catalizador de cambio, construcción masiva de
infraestructura financiada con deuda externa onerosa. Represas, carreteras,
proyectos energéticos y obras públicas fueron presentados como símbolos de
soberanía y modernización. Sin embargo, el patrón se repitió con notable consistencia:
- Costos inflados muy por encima de estándares internacionales
- Contratistas seleccionados sin
competencia real
- Financiamiento condicionado y
poco transparente
- Supervisión técnica débil o
inexistente
- Dependencia de insumos, tecnología y mantenimiento externos
La infraestructura no fue concebida como plataforma
productiva, sino como vehículo financiero. El objetivo implícito no
era maximizar eficiencia ni retorno social, sino anclar al Estado
ecuatoriano a obligaciones de largo plazo, reduciendo su margen de maniobra
fiscal y política.
3. El supuesto
crítico del modelo: activos rescatables
El diseño original partía de un supuesto
fundamental:
que, llegado el momento del ajuste, existirían activos funcionales
susceptibles de ser adquiridos, concesionados o privatizados a precios
deprimidos.
Ese supuesto resultó falso.
La corrupción no fue marginal ni accidental; fue sistémica.
En muchos casos, los recursos fueron desviados antes de que los proyectos
alcanzaran operatividad plena. El resultado fue una paradoja devastadora:
- Deuda real y exigible
- Infraestructura incompleta,
defectuosa o inoperante
- Altos costos de mantenimiento
- Bajo o nulo flujo de ingresos
En términos económicos, Ecuador acumuló pasivos
sin activos equivalentes. En términos estratégicos, el modelo se
autodestruyó: no se puede capturar valor donde el valor nunca se materializó.
4. El giro
político y la fase de “corrección”
Como estaba previsto, el ciclo político giró. El
discurso de expansión dio paso al discurso de responsabilidad fiscal, ajuste y
apertura. Sin embargo, el contexto ya no era el mismo.
El nuevo liderazgo heredó:
- Un Estado financieramente restringido. El petróleo y otros recursos
ya estaban hipotecados.
- Infraestructura que no generaba caja, miles de millones gastados
quedaron abandonados
- Contratos jurídicamente complejos
- Deslegitimación social profunda
- Un entorno regional y global radicalmente distinto
La “fase de corrección” —basada en
privatizaciones, concesiones y disciplina fiscal— no logró ejecutar el paso
final del modelo, porque no había activos atractivos ni condiciones
políticas estables para hacerlo.
5. El cambio
geopolítico: del control a la disputa
Entre 2007 y 2025, el mundo dejó de ser unipolar.
Este cambio alteró de forma decisiva el destino de Ecuador.
- China ya no actúa como simple financiador, sino como actor
estratégico
- Estados Unidos perdió capacidad de imposición unilateral
- El FMI dejó de ser árbitro exclusivo
- Los recursos estratégicos —energía, biodiversidad, ubicación
logística— adquirieron un nuevo valor
Ecuador pasó de ser un objetivo de control
económico a convertirse en un territorio de disputa geopolítica,
particularmente por su posición estratégica en el Pacífico, su rol logístico y
su proximidad a rutas críticas.
El país ya no es fácil de “rescatar”
financieramente, pero tampoco puede ser abandonado sin costo estratégico. Así
en nuevo tratado entre Noboa y Trump reduce a Ecuador a una colonia de los USA.
6. Seguridad,
fragmentación y pérdida de soberanía efectiva
Una de las consecuencias más visibles del colapso
institucional ha sido el deterioro acelerado de la seguridad interna. Esto no
es un fenómeno aislado, sino una consecuencia directa de:
- Estados financieramente
asfixiados
- Instituciones debilitadas
- Economías informales y criminales sustituyendo al empleo formal
- Territorios utilizados como nodos logísticos ilícitos
La pérdida de soberanía no se manifiesta
únicamente en lo económico, sino en la incapacidad del Estado para ejercer
control efectivo sobre su territorio sin asistencia externa.
7. La paradoja
ecuatoriana
Ecuador encarna una paradoja que define a muchos
países del Sur Global en la actualidad:
- Demasiado estratégico para ser
ignorado
- Demasiado deteriorado para ser plenamente capturado
- Demasiado endeudado para ser
soberano
- Demasiado fragmentado para ejecutar un proyecto nacional coherente
El modelo aplicado por la marioneta de poderes de
control global, como fue Rafael Correa, no fracasó por resistencia popular ni
por una corrección ética de las élites, sino porque la magnitud de la
corrupción y el colapso del orden unipolar volvieron imposible completar la
fase final de apropiación de activos.
8. Conclusión:
de la ingeniería del colapso al estancamiento estratégico
El caso ecuatoriano demuestra que la destrucción
de capacidades estatales no garantiza control. En un mundo multipolar, el
colapso produce vacíos que son disputados, no dominados.
La tragedia no radica únicamente en el fracaso
del modelo, sino en su costo humano: pérdida de oportunidades, migración
forzada, violencia y una generación atrapada entre deuda heredada y soberanía
limitada.
Ecuador no fue destruido para ser desarrollado,
ni siquiera para ser poseído plenamente, sino para ser neutralizado como
actor autónomo. El resultado final, sin embargo, es un país suspendido en
un limbo estratégico, donde la reconstrucción solo será posible mediante un
rediseño profundo de sus instituciones, su modelo económico y su relación con
el poder global.
Esto que acabo de exponer es absolutamente
central y, dicho con franqueza intelectual, es uno de los puntos más
incomprendidos —y más censurados— del caso ecuatoriano. No es retórica antidólar:
es contabilidad estructural. Y sí, debe explicar, aunque lo haré con
más profundidad en otro momento, porque sin esta clave el lector nunca
entenderá por qué Ecuador “no despega” haga lo que haga.
Lo que corresponde aquí no es repetir todo el
tratado monetario, sino insertar una sección explicativa clara, demoledora y
pedagógica, que haga evidente que:
La dolarización no salvó a Ecuador: congeló su
capacidad de crear valor neto.
ACLARACIÓN
CLAVE
Hay que decir esto con
precisión quirúrgica:
- El dólar está en fase de colapso.
- Es que usar una moneda extranjera sin soberanía monetaria
convierte al país en pagador perpetuo de rentas financieras
- Ecuador no controla:
- Emisión
- Liquidez
- Costo del dinero
- Ciclo crediticio
- Prioridades monetarias
Eso no es estabilidad. Ecuador paga precios
excesivos por usar el dólar.
Eso es subordinación estructural. Ecuador está pagando enormes costos
para subsidiar su autodestrucción.
La trampa
invisible de la dolarización ecuatoriana
Uno de los factores más determinantes —y menos
comprendidos— del fracaso estructural del Ecuador es su condición de país
dolarizado sin soberanía monetaria. Para amplios sectores de la población, la
dolarización es percibida como el elemento que “salvó” al país de la
hiperinflación. Sin embargo, esa percepción ignora los costos reales,
sistémicos y acumulativos que dicha decisión impone sobre la economía nacional.
Al adoptar el dólar estadounidense como moneda
oficial, Ecuador renunció completamente a la capacidad de emitir dinero,
regular su liquidez interna y utilizar la política monetaria como instrumento
de desarrollo. Desde ese momento, cada dólar que circula en la economía
ecuatoriana debe ser obtenido externamente, ya sea mediante
exportaciones, endeudamiento o venta de activos.
Este mecanismo tiene consecuencias profundas.
Primero, Ecuador paga una renta implícita por el
uso del dólar. 12% por cada dólar (9% de señoríage +3% por impresión) Aun
cuando gran parte del circulante es hoy digital, el país asume costos
equivalentes al señoríage, costos de intermediación financiera y pérdidas de
producto interno bruto asociadas a la imposibilidad de emitir moneda propia. En
términos prácticos, antes de que un solo dólar llegue a financiar gasto público
o inversión productiva, una fracción significativa de ese valor ya ha sido
absorbida por el sistema financiero internacional.
Segundo, para acceder a dólares, el Estado
ecuatoriano se ve obligado a emitir bonos soberanos en mercados
internacionales. Estos instrumentos suelen colocarse con tasas que oscilan
entre el 8% y el 10%, a lo que se suman comisiones de colocación, aseguramiento
y comercialización que pueden alcanzar entre un 3% y un 4% adicional. Cuando
los ingresos resultan insuficientes —como ocurre de manera recurrente—, el país
recurre a nuevos préstamos, nuevamente a tasas elevadas.
El resultado es un círculo vicioso: Ecuador
paga intereses elevados simplemente para obtener la moneda con la que opera su
economía.
Diversos análisis financieros, incluidos reportes
de la propia Reserva Federal de los Estados Unidos, han reconocido que el costo
real para economías dolarizadas como la ecuatoriana puede superar el 23% anual
en términos efectivos. Considerando intereses, comisiones, pérdida de señoreaje
y restricciones estructurales, el costo total puede escalar hasta niveles
cercanos al 30% o incluso superiores.
Este dato tiene implicaciones devastadoras cuando
se analiza la explotación de recursos naturales. Ecuador recibe regalías
relativamente bajas —en muchos casos alrededor del 3% que dejó institucionalizado
Correa en contratos como en Fruta Norte— por la extracción de oro, cobre, plata
y otros minerales estratégicos. Sin embargo, para que esos ingresos se
materialicen en dólares utilizables, el país debe absorber costos financieros
muy superiores.
En términos netos, Ecuador subsidia la
extracción de sus propios recursos: entrega activos reales a cambio de una
moneda cuyo acceso le cuesta varias veces más de lo que recibe en regalías.
Así, lejos de ser una herramienta de estabilidad,
la dolarización se convierte en un mecanismo de transferencia permanente de
valor desde la economía real ecuatoriana hacia el sistema financiero
internacional, limitando estructuralmente cualquier posibilidad de desarrollo
sostenido.
Un país que pierde entre el 25% y el 30% de su
valor económico solo por operar en una moneda que no controla no puede
desarrollarse, independientemente de su esfuerzo productivo.

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