La Concentración de Recursos y la Gran Omisión Estratégica
Existe un hecho central que deliberadamente no se está discutiendo en el debate público, y que sin embargo explica casi por completo la escalada actual: Venezuela y Ecuador, combinados, concentran una porción desproporcionada de los recursos estratégicos de América del Sur. En términos prácticos, ambos países representan una fracción crítica—posiblemente cercana a la mitad—de los recursos energéticos, minerales y estratégicos que sostienen industrias clave a nivel mundial.
Este dato altera por completo el análisis. No se trata de ideología, ni de afinidades políticas, ni de “democracia versus autoritarismo”. Se trata de supervivencia económica y reequilibrio de poder global.
Estados Unidos, enfrentando una presión estructural severa—endeudamiento crónico, desindustrialización, dependencia de cadenas externas y pérdida de hegemonía financiera—no puede permitirse perder el acceso privilegiado a estos recursos. Bajo la lógica de una potencia en declive, la tentación no es negociar, sino forzar.
Pero esta misma realidad explica por qué el resto del mundo no puede permitir que Estados Unidos consolide ese control.
China necesita esos recursos para sostener su transición hacia nuevas generaciones de semiconductores, tecnologías cristalinas y sistemas avanzados de computación. Rusia necesita petróleo, gas, minerales estratégicos y diamantes para mantener su base industrial y financiera. Japón, India y otros países industrializados dependen de materiales críticos que se encuentran precisamente en Venezuela y Ecuador. Sin ellos, múltiples cadenas productivas simplemente colapsan.
Por eso, cualquier intento de apropiación forzada de estos territorios—directa o indirectamente—rompe el equilibrio global. Y cuando el equilibrio se rompe, el conflicto deja de ser regional.
El Paralelo Histórico que Nadie Quiere Nombrar
En 2001, Estados Unidos enfrentaba una crisis estructural profunda: endeudamiento masivo, una obligación financiera inmediata superior a los 3 mil millones de dólares, y una pérdida acelerada de legitimidad global. La respuesta fue la construcción de un evento catalizador que permitió justificar guerras contra países que no tenían relación directa con los hechos que se presentaron al público.
Hoy, el patrón se repite—no como copia literal, sino como lógica histórica. Una potencia bajo presión busca un enemigo externo, construye una narrativa moral y lanza una confrontación que promete resolver problemas internos mediante la apropiación externa de recursos.
La diferencia es que esta vez el cálculo es mucho más peligroso.
Mal Cálculo Estratégico
La administración actual parece asumir que Venezuela “cederá”, del mismo modo en que Ecuador ha sido empujado—o inducido—a entregar su soberanía bajo promesas económicas vagas. Esa suposición es profundamente errónea.
Venezuela no está aislada. Está integrada—formal e informalmente—en una red de intereses que incluye a China, Rusia, Irán y otros actores emergentes. Ninguno de ellos puede permitirse perder ese acceso estratégico. Defenderlo no es un gesto ideológico; es una necesidad material.
Además, el efecto dominó es evidente. México ya evalúa su acercamiento a los BRICS como respuesta a presiones estructurales. Otros países seguirán. Cada acción coercitiva acelera la fragmentación del sistema que Estados Unidos intenta preservar.
Esto no será una “operación rápida”. No será una guerra controlada. Y definitivamente no será un conflicto sin consecuencias.
Conclusión: El Umbral del Conflicto Global
Cuando múltiples potencias dependen de los mismos recursos críticos, la guerra deja de ser una opción racional y se convierte en una trampa sistémica. No importa lo que una administración específica crea controlar; las dinámicas materiales imponen sus propias reglas.
Venezuela y Ecuador no son piezas secundarias en el tablero global. Son nodos estratégicos. Forzar su alineamiento mediante presión militar o económica no estabiliza el sistema: lo empuja directamente hacia una confrontación de escala global.
Eso es lo que está en juego.

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