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lunes, 22 de diciembre de 2025

Los gobiernos manufacturados de América Latina y la falsa reivindicación moral que hoy se utiliza para justificar la guerra

 


Los gobiernos manufacturados de América Latina y la falsa reivindicación moral que hoy se utiliza para justificar la guerra

Por Germánico Vaca

Para comprender el peligro de la retórica actual de Estados Unidos hacia Venezuela, es indispensable volver a examinar un capítulo suprimido pero ampliamente documentado de la historia estadounidense: la manufactura sistemática de gobiernos en América Latina durante las décadas de 1960 y 1970 por parte de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), bajo las administraciones de Richard Nixon, el Secretario de Defensa Robert McNamara y sucesivos directores de la CIA.

Entre comienzos de la década de 1960 y mediados de la de 1970, al menos once gobiernos sudamericanos fueron directamente desestabilizados, infiltrados o reemplazados mediante operaciones encubiertas de la CIA, no como respuesta a fallas democráticas, sino para garantizar el acceso a recursos naturales —particularmente petróleo, minerales y materias primas estratégicas— bajo condiciones favorables para corporaciones estadounidenses.

Esto no es especulación. Fue confirmado desde el interior mismo de la Agencia.


Philip Agee y la exposición de las operaciones de la CIA en Ecuador

Philip Agee, ex oficial de la CIA que posteriormente desertó y expuso las operaciones de la Agencia, fue el primer miembro del aparato de inteligencia en describir en detalle la vida cotidiana de un agente de la CIA y los mecanismos de intervención encubierta en América Latina, utilizando a Ecuador como uno de sus principales estudios de caso. Sus revelaciones fueron tan perjudiciales que Washington se vio obligado a promulgar legislación que criminaliza la divulgación de identidades y operaciones de agentes de la CIA.

En el Latin America & Empire Report (julio–agosto de 1974), en la sección titulada “Under the Cloak and Behind the Dagger” (“Bajo la capa y detrás del puñal”), testimonios ante el Congreso e investigaciones periodísticas resumieron el funcionamiento real de las redes de la CIA dentro de las embajadas:

“La función y composición de la red de la Embajada cambia dependiendo de la situación política del país. Los agentes se distribuyen en distintas secciones de la estructura diplomática según qué áreas de la sociedad local deben ser infiltradas, penetradas o ‘asistidas’. Los agentes pueden ser ubicados en las secciones política, económica, laboral, de ayuda (AID) y de relaciones culturales. Esta distribución no solo proporciona mejor cobertura, sino que facilita la penetración en múltiples niveles de todos los sectores de la sociedad.”

La documentación de Agee demuestra que Ecuador fue transformado en un centro operativo de la CIA, especialmente tras el descubrimiento de petróleo. En 1960, Ecuador era una de las naciones más pobres del hemisferio: aproximadamente el 1 % de la población percibía ingresos comparables a los de las élites estadounidenses, mientras que más del 75 % vivía con el equivalente a diez dólares mensuales. El petróleo cambió de forma inmediata la importancia estratégica del país —y con ello llegó el control externo de sus órganos políticos.


La destitución de Velasco Ibarra: cuando la obediencia no fue suficiente

Una de las contradicciones más reveladoras expuestas por Agee concierne al presidente José María Velasco Ibarra. Velasco no era socialista. Era abiertamente anticomunista, se oponía a Fidel Castro, buscaba romper relaciones con Cuba e incluso propuso prohibir el comunismo de forma explícita.

Según la lógica de la Guerra Fría, debía haber sido el aliado ideal de Washington.

Sin embargo, la CIA trabajó incansablemente para removerlo del poder.

¿Por qué? Porque Velasco se resistía a entregar el control soberano de los recursos petroleros del Ecuador en los términos dictados por los intereses estadounidenses. Su destitución —en cinco ocasiones— demuestra que la alineación ideológica era secundaria frente a la obediencia económica. Cuando Julio Arosemena Monroy se negó a firmar concesiones petroleras abusivas, también fue removido. Solo Otto Arosemena Gómez, quien aceptó contratos petroleros tan desiguales que los ingresos para el país eran casi simbólicos, fue tolerado. De hecho, el acuerdo se firmó por treinta años a favor de Texaco, pagando al Ecuador apenas tres centavos de dólar por barril. Y hoy, Donald Trump —pilar de una ignorancia difícil de concebir— afirma que Estados Unidos fue robado por las naciones latinoamericanas cuando estas pusieron fin a semejante atropello.

Este patrón se repitió a lo largo del continente.


Cómo se manufacturaban los gobiernos

Según Agee, la estrategia de la CIA no se limitaba a infiltrar gobiernos: creaba realidades políticas completas.

  • Organizaciones de izquierda y de derecha eran infiltradas simultáneamente.

  • Algunos “movimientos de oposición” eran totalmente fabricados cuando no existía un grupo adecuado.

  • Sindicatos, organizaciones estudiantiles, movimientos indígenas, medios de comunicación e iglesias eran penetrados.

  • Periodistas, editores y columnistas publicaban material elaborado por la CIA bajo la apariencia de información independiente.

  • Se identificaba, formaba y promovía a líderes mediante becas en el extranjero, cargos universitarios o ministeriales, y campañas mediáticas controladas.

Agee lo afirma sin ambigüedad:

“Si no existía una organización que sirviera a nuestras prioridades, se creaba una.”

Este aparato explica cómo figuras políticas desconocidas podían alcanzar una notoriedad meteórica de la noche a la mañana, y cómo la oposición podía desaparecer con igual rapidez.


Control de la información y de la sociedad

Para mediados de la década de 1960, la CIA había infiltrado prácticamente todos los departamentos del Estado ecuatoriano. El servicio postal interceptaba correspondencia. Inmigración y aduanas rastreaban armas y personas de interés. Las telecomunicaciones eran vigiladas. La información obtenida mediante escuchas y vigilancia era compartida selectivamente para elevar a funcionarios dóciles y destruir a los disidentes.

La CIA incluso mantenía influencia sobre el acceso médico de los líderes políticos, asegurando un control íntimo sobre la toma de decisiones.

Esto no era promoción de la democracia. Era una ocupación administrativa sin uniformes.


Por qué esta historia importa hoy

Esta historia oscura importa hoy porque revela la inversión moral que ahora se pretende imponer: la afirmación de que las naciones latinoamericanas “robaron” a las corporaciones estadounidenses al poner fin a tratados explotadores impuestos bajo coerción.

En realidad, muchos de esos tratados fueron firmados:

  • Bajo amenaza de golpes de Estado,

  • Por gobiernos instalados o sostenidos mediante intervención encubierta,

  • Sin el consentimiento de la población,

  • Y con niveles de extracción de beneficios incompatibles con el desarrollo nacional.

Invocar hoy la terminación de esos acuerdos como justificación para una guerra —en particular contra Venezuela— no solo es históricamente falso, sino profundamente peligroso.

Sustituye la rendición de cuentas por amnesia, y la agresión por un agravio fabricado.

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